En muchos casos, los síntomas de la hipertensión arterial no se manifiestan. Por lo que es clave pasar por chequeos preventivos, como el padre protagonista de esta historia. ¿Cómo tratarlo o qué hábitos nuevos es clave adquirir? Conoce todo al respecto a continuación.



La hipertensión arterial de papá: un desafío que me ha permitido admirarlo más



No exagero cuando digo que mi padre fue siempre como un superhéroe. Es cierto que no se enfrentó a monstruos gigantes, pero sí a problemas y amenazas complicadas. En esas oportunidades, levantaba la cabeza y nos decía a mí y mi hermana Sofía que saldríamos juntos adelante. La misma actitud tuvo cuando le diagnosticaron hipertensión arterial.



Desde que éramos pequeños acostumbró a contarnos la verdad de las cosas sin rodeos. Nos explicó de qué se trataba esta enfermedad: un mal que se genera por un aumento persistente de la fuerza ejercida por la sangre contra las paredes de las arterias. Según el Instituto Nacional de Salud, uno de cada cinco hombres en el país tiene esta afección, y él era uno de ellos.



De no cuidarse, agregó, puede sufrir un ataque cardíaco o derrame cerebral. Estas consecuencias no le pasarán, nos aseguró con una firmeza casi militar. Y cuando mi papá nos decía algo con ese tono, nosotros le creíamos. Siempre que lo prometió, cumplió. No teníamos por qué dudar esta vez.


El diagnóstico

Mi padre, como es habitual en esta enfermedad, no había sufrido ningún síntoma que indicara que padecía de hipertensión arterial. Esta situación concuerda con lo que afirma Clínica Mayo sobre las señales de la afección. Por lo tanto, no tendríamos por qué alarmarnos por la salud.



Sin embargo, un día fue a realizarse su chequeo preventivo anual, que tiene gracias a su Seguro de Salud (Integral), y le dieron la noticia que su presión era de 150/90 mm Hg, superior a los 120/80 mm Hg, considerado como un nivel normal. Los médicos le indicaron que vuelva al día siguiente para otra medición. Lamentablemente, el resultado seguía siendo de 150/90. El diagnóstico era más que predecible: papá tenía hipertensión arterial, según los médicos.



De alguna manera, él decía que era su responsabilidad haber llegado a este cuadro, pues nunca había tenido cuidado con algunos de los factores o causas de la hipertensión arterial: el exceso de peso, falta de actividad física y tomar alcohol con frecuencia. Muy decidido, dijo que todo eso cambiaría: ahora sería una nueva persona.



Nunca lo vimos preocupado o dubitativo. Esa seguridad, en parte se debía a que contaba con un respaldo como el Seguro de Salud (Integral), con el que obtenía muchos beneficios para su tratamiento para la hipertensión arterial. Esto se debe a que tiene acceso a Siempre Sano, un programa ambulatorio de atención y control de enfermedades crónicas como asma bronquial, dislipidemia, hipertensión arterial y diabetes mellitus tipo 2 sin complicaciones. En el siguiente gráfico, organizo los beneficios a los que mi papá ha accedido gracias al programa Siempre Sano del seguro:



La hipertensión arterial de papá: un desafío que me ha permitido admirarlo más


Un nuevo estilo de vida

Mi papá siempre ha tomado con mucha seriedad todo: su función en el trabajo, las promesas que nos hacía e, incluso, cuando cocinaba. Por eso, no nos extrañó cuando decidió seguir las recomendaciones del médico al pie de la letra y hacer varios cambios en su vida.



Para empezar, siempre está muy atento a sus controles médicos y nutricionales, a los que nunca se ausenta. De igual manera, le recomendaron algunas medicinas para el control de la enfermedad, las cuales toma sin falta. Además, mide su presión con un tensiómetro electrónico de brazo tres veces por semana. También ha reducido la cantidad de alcohol que bebía.



Sumado a ello, come más frutas y verduras, y también ha limitado su consumo de sal, así como de grasas saturadas y grasas trans. Por si fuera poco, sale a caminar 45 minutos cada noche, tiempo en el que Sofía y yo hacemos un alto en nuestras labores de la universidad para acompañarlo. Dentro de los ajetreados días, es nuestro momento para conversar y sentirnos más unidos como familia. Incluso, algunos sábados salimos a correr juntos.



A diario nos inculca estos nuevos hábitos y nosotros seguimos su ejemplo. También nos sentimos mejor y más saludables. Entendemos que debemos tener más cuidado, pues un antecedente familiar es un factor para sufrir de hipertensión arterial.  Con Sofía hemos dicho que la hipertensión la enfrentamos todos juntos, como siempre ante cualquier problema. Mi papá solo nos mira y nos agradece por el gesto.



Ahora su presión es de 120/80 mm Hg. Detrás de su seriedad, vemos que también se siente más tranquilo. Nos recalca que no descansará hasta que terminemos la universidad y nos vea convertidos en profesionales. “Ese será mi mayor logro y satisfacción”, asegura.



Los minuciosos cuidados que mi papá sigue permitirán que mantenga una salud óptima. Sofía y yo lo ayudaremos en todo lo posible y seremos su principal apoyo, como él ha sido en nuestras vidas. La hipertensión arterial es un problema más en nuestro camino y lo venceremos como familia que somos.