¿Cómo protejo mi salud?

¿Cómo es una atención médica por videollamada? 5 lecciones que aprendí tras una teleconsulta

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Nunca había padecido de acné, ni siquiera en la adolescencia, la etapa donde es más común esta afección. Por eso, sufrirla a mis 25 años me parecía raro. No entendía ni intuía la causa. La primera vez que me salió un grano, vi mi rostro con asombro, pero aún así, no le di importancia y pensé que desaparecería algunos días después. Todo pasaría, estaba seguro.



Sin embargo, poco a poco, noté más acné en mis mejillas. Tenía muchas responsabilidades y me quedaba muy poco tiempo para trasladarme hasta la clínica por una atención dermatológica. Mis labores en el trabajo eran cada vez más exigentes y había comenzado una maestría 3 meses atrás, por lo cual andaba muy ocupado. Incluso, tenía poco tiempo para dormir: apenas 4 o 5 horas.



Mi hermana Olivia me contó que cuando enfermó de COVID-19 recibió la atención de un doctor por teleconsulta, gracias a su Seguro Integral de Salud de Pacífico. A través de una videollamada, el médico le brindó recomendaciones e indicó cuándo era mejor acercarse a la clínica. Le pedí más detalles sobre la consulta online y comprendí que era una buena opción para mí. Aquí dejo las lecciones que aprendí sobre este tipo de atención:





Me preparé para la cita como me aconsejó mi hermana: revisé la conexión de internet, indagué más sobre SANNA, la app para telemedicina, y elegí un cuarto tranquilo para la consulta. En la cita, le comenté al dermatólogo sobre este repentino cuadro de acné, el cual pensé que solo podía suceder en la adolescencia. Él me preguntó sobre mi estilo de vida, alimentación y horas de sueño.



Después de contarle todo al respecto, el médico me aseguró que los factores que causan el acné en la adolescencia también son los mismos en la adultez: bacterias, inflamación, exceso de producción de materia grasa y poros obstruidos por materia grasa y células muertas de la piel.



Preguntó también sobre si un familiar había padecido de esta afección. Le respondí que sí: mi hermana Olivia en algún momento de su adolescencia. Las personas con antecedentes familiares, dijo, tienen una predisposición genética al acné, y eso podía ocurrir en la adultez, como indica la Academia Americana de Dermatología.



Me sentía bien durante el desarrollo de la consulta. Estaba cómodo y el médico respondía todas mis interrogantes con mucha claridad. Además, agregó, el cuadro de estrés que tenía por mis nuevas obligaciones en el trabajo y la exigencia de la maestría agravaban los brotes de acné.



El dermatólogo me recomendó un antibiótico oral para combatir la infección e inflamación, un jabón para lavarme la cara, así como bloqueador y crema hidratante. También insistió que, pese a mi recargada agenda, destine un tiempo para el ejercicio y procure dormir más. Antes de finalizar la videollamada, me dijo que era necesario ver los progresos obtenidos el próximo mes, por lo que debía reservar una cita para esa fecha. Por supuesto, lo hice y ahora continuo con el tratamiento. Las citas son mensuales y solo duran 20 minutos como máximo.



Encontré en la atención médica online una solución para mi falta de tiempo. Me atiendo con facilidad, rapidez y no tengo la necesidad de trasladarme hasta la clínica, la cual está a una hora de distancia de mi casa. El doctor me ha dicho que mi caso marcha bien y que cumpla con todas sus recomendaciones al pie de la letra.



Estoy poniendo mi mayor esfuerzo para recuperarme y dejar atrás el acné. Por eso, siempre programo mis citas online de control, tomo el medicamento según la prescripción y he organizado mejor mis tiempos para dormir entre 6 y 7 horas, ir en bicicleta al trabajo y tener un espacio para el ocio.



Olivia me dice que tenga paciencia y no me desespere: “es solo una etapa”, repite. Ella me ha acompañado en todo este proceso y asegura que mi rostro ha mejorado mucho. Yo también he notado cambios. Ahora espero que el acné desaparezca en los próximos meses. Confío en que pronto tendré mejores resultados