¿Cómo protejo mi auto?

El primer auto propio, un sueño que se convirtió en pesadilla

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El sueño del auto propio tiene sus complicaciones si antes no hubo una planificación sobre cómo cubrir gastos e imprevistos. Esa es la gran lección que podemos sacar de esta historia.



El primer auto propio, un sueño que se convirtió en pesadilla



Esta es una historia llena de complicaciones, pero con un final feliz. Comenzó aquella mañana cuando Luis, luego de bajar del taxi para salir del atasco del tráfico, se percató que con él eran cinco jóvenes los que caminaban apresurados a su centro de trabajo. El número le habría parecido irrelevante si no hubiera leído en redes sociales que entonces, año 2019, uno de cada cinco jóvenes en el país añoraba comprarse un carro. De modo que, en ese momento, pensó que, entre los que estaban en la vereda, él era el único que veía su futuro subido en un auto propio.



Era el año del renacer del sector automotriz. En Internet, se hablaba de una tendencia que seguiría con los motores bien encendidos. Y hoy, transcurrido el tiempo, vemos que es así: luego de un bache en el 2020 por el COVID-19, en el 2021 la venta de autos usados en Lima y todo el país, al igual que la de vehículos nuevos, superó los niveles prepandemia, según la Asociación Automotriz del Perú.



En realidad, Luis no se había propuesto aprovechar este pequeño boom comercial. Mucho menos fijarse en cifras para tomar una decisión, pues los números pertenecían a un mundo fuera de su alcance. Todo había sido una feliz coincidencia, en la que había reflejado sus ansias de tener un carro. Por ejemplo, en el mismo post de redes sociales había leído que uno de cada siete peruanos era dueño de un vehículo. Mientras caminaba hacia su trabajo, pensaba que dar el salto significaba formar parte de ese grupo, y a él le encantó esa idea.



Hace dos años se había ido a vivir solo por primera vez, pero sentía que sin un auto de su propiedad estaba incompleta su independencia. Era algo que cada vez sonaba más fuerte entre sus pensamientos. Tanto así que aquel día, tras concluir su rutina laboral, se dijo para sí mismo que al cabo de un mes cumpliría el sueño de tener su primer auto. Lo que no sabía ni intuía era que aquel sueño rápidamente se convertiría en pesadilla.



Mal cálculo del presupuesto para el auto



La intención de Luis era comprar un auto moderno, pero barato. No le interesaba presumir un modelo cero kilómetros, pero sí uno que luzca cool. Desde un principio, se inclinó por elegir la mejor opción en el mercado de autos usados en Lima. Puso el ojo en varios e-commerce de automóviles e hizo algunas llamadas básicamente para enterarse de los precios. Él tenía un dinero ahorrado, y su intención era pedir un préstamo personal al banco para complementar el monto. Así lo hizo y, con el dinero en su cuenta de ahorros, salió a buscar el carro deseado.



Volvió a los portales de venta de autos usados en Lima y recorrió diversos concesionarios del sector, tras lo cual elaboró un listado de potenciales compras, hizo llamadas y agendó citas para ver cada vehículo. En las pruebas de manejo, verificó el arranque, los frenos y la dirección, y también aprovechó para evaluar el humo del motor y revisar la carrocería, llantas, timón, kilometraje, entre otras cosas que sugerían expertos como Autofact. Incluso, algunas veces acudió con un mecánico automotriz.



Pero a medida que se metía más en esta vorágine (palabra precisa si consideramos que se venden en promedio 45 000 autos de segunda al mes), se sentía agotado, aturdido y hasta acosado: recibía a diario las llamadas de los propietarios ofreciéndole negociar el precio, entre otras facilidades. En medio de dudas y presiones, estuvo a punto de comprar un auto que tenía problemas legales. Por ello, en este gráfico se resume una de sus primeras recomendaciones para quien está buscando un vehículo usado:





Finalmente, adquirió una SUV todoterreno de una marca reconocida. El bólido tenía tres años de antigüedad. Era todo un cañón: el primer día que lo recibió se fue hasta Lurín, a la casa de unos tíos. En las siguientes semanas, llevó a pasear a sus padres y hermanos, y llegó manejando a cuanta reunión organizaran sus amigos. Pero toda la felicidad se fue opacando al ver el dinero que a duras penas le quedaba cada fin de mes, debido a los nuevos gastos: cuota del préstamo, impuestos, cochera, gasolina, mantenimientos, lavado, equipamiento, entre otros. Tenía la comodidad de transportarse, pero a costa de muchas privaciones.



Un robo empeoró las cosas



Si no había pensado en el presupuesto más predecible, menos aún lo había hecho para algún imprevisto. Hasta que ocurrió a los dos meses. Luis estacionó su todoterreno al borde la pista para visitar a un amigo a pocas cuadras de allí, y al volver encontró su camioneta con las chapas reventadas, sin autorradio y espejos. Para colmo, enfurecido, hizo una mala maniobra y la rayó con un poste mientras se dirigía a poner la denuncia.



En la comisaría, se enteró que diariamente se reportaban alrededor de 25 robos de autos en Lima Metropolitana, y los ladrones se demoraban tan solo unos 15 segundos para cometer este delito, según la Policía Nacional del Perú. Tras esa experiencia, tomó consciencia sobre las modalidades de robo y las medidas que debe poner en práctica para prevenir estas situaciones. Y también se llevó como advertencia la frase de un conductor que como él había ido a denunciar el robo de su auto: "Piensa en un seguro vehicular, que esto es un sálvense quien pueda".



Luis sabía que su camioneta estaba a la deriva, pero más le preocupaba cómo salir de este impasse. Hizo rápidamente sus cuentas y el dinero solo le alcanzaba para reponer los espejos y reparar las chapas. Ni modo. Se dijo para sí mismo que el autorradio podía esperar, pues no quería reemplazarlo con cualquier cosa. Así que no le quedó otra que tapar el hueco del panel con un plástico negro. Tener una SUV moderna, pero sin poder escuchar música durante el tráfico era como ir a un restaurante cinco tenedores y apenas poder comer una entrada. Eso pensaba y se sentía pésimo. Pero aún con lo que le ocurrió después.



Para colmo… ¡un choque!



Al cumplir un año con el carro, no tanto por celebrar esa fecha, pero sí con ganas de hacer algo especial, repitió la visita a sus tíos en Lurín, como aquel día que le entregaron las llaves. Pasó un bonito día playa con sus familiares, practicando la pesca artesanal entre los peñascos, con la tranquilidad de ver en el horizonte el encuentro del mar y el sol. Pero no pudo sentir lo mismo cuando al volver, en plena carretera, le chocaron la camioneta por el lado donde él conducía. En el recuento de daños, Luis solo quedó asustado y preocupado, pero la camioneta estaba magullada con el faro destruido. La pesadilla se había completado.



Sin saberlo, nuevamente era parte de las estadísticas: había protagonizado uno de los 3688 accidentes de tránsito en el Perú que Sutran contó aquel año 2019 (hoy la cifra supera los 4600). Por lo menos, esta vez Luis no cubrió los gastos. Al poco tiempo, llegó la aseguradora del que propinó el choque y se encargó de todo: desde el remolque hasta la reparación de daños. Primera vez que veía cómo funcionaba este tipo de protección. Su esfuerzo de verificar cada detalle con la aseguradora hizo que también profundizara sus conocimientos sobre la importancia de contar con un seguro vehicular.



En esas idas y vueltas al mecánico, se enteró, por ejemplo, que existía el Seguro Vehicular Plan Kilómetros de Pacífico, que consiste en pagar una cuota fija más los kilómetros recorridos cada mes, e incluye todas las coberturas. Era ideal para él, que usaba su carro generalmente para ir al trabajo y por rutas cortas. De saberlo antes, hubiera hecho el esfuerzo para adquirir este seguro, que era más económico y encima le hubiera ahorrado tantos problemas en un momento sumamente complicado para sus finanzas.



Pero, ya lo dijimos, esta historia tiene un final feliz. Luis no puso en práctica de inmediato esta lección, no porque él no quería, sino porque prefirió hacer caso a la recomendación que le dio su tío mientras pescaban: refaccionó su camioneta, la vendió y con ese dinero pagó parte de sus deudas. Su idea era comprarse otra SUV al cabo de un año, previa asesoría financiera, tiempo suficiente para planificarlo todo.



Para su suerte, aconteció una cadena de eventos positivos. Le aumentaron el sueldo en su trabajo, consiguió un departamento con cochera a buen precio y sobrellevó la pandemia con ciertos privilegios. Esto último, a pesar de todo lo malo, le permitió tener una vida llevadera, pues no tenía que transportarse: cumplía sus labores desde casa. Pero apenas recibió el llamado de su jefe para volver al trabajo presencial tras casi un año y medio fuera de la oficina, corrió a comprarse otra camioneta.



Esta vez incorporó todo lo aprendido en su decisión. Hoy luce una SUV seminueva full equipo, la cual maneja con la tranquilidad de tener sus finanzas ordenadas y un Seguro Vehicular Plan Kilómetros de Pacífico al amparo de cualquier eventualidad. Después de tantos obstáculos, recién que puede gritar a todo pulmón “sueño cumplido”.